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Presentación y 1º capítulo

Estimados amigos.
Aquí os dejo un trozo de mi novela, mi alma, para que entendáis el sentido de mi obra y probéis un poco de mi miel. Además os dejo el discurso que di el día de la presentación de la novela, uno de los  días más bonitos de mi vida que se ha quedado gravado en mi memoria para siempre. Todos mis amigos estaban allí. Como también estuvieron mis  padres,apoyándome, ilusionados y orgullosos, sin saber que en realidad el merito ha sido de ellos. Les estaré eternamente agradecida por educarme bajo el abrigo de la literatura.
Espero que os guste.

Mi discurso de presentación
En primer lugar, gracias a todos. Gracias a los que han aportado su granito de arena. En especial, a mi padre, mi madre y Víctor, mi novio. A ediciones Atlantis por darles una oportunidad a los noveles.  
Los demonios de Sofía es una novela escrita en primera persona, contada desde el punto de vista de la protagonista donde explica sus sensaciones y experiencias sobre los acontecimientos. El lenguaje usado es claro y directo. Ambas técnicas ayudan al lector a involucrarse en la historia y facilita la lectura. La novela está pensada en clave femenina y abarca desde adolescentes hasta adultos. Tratando temas de contenido religioso, ángeles y demonios, de acuerdo con las nuevas tendencias editoriales.
  Sofía, la protagonista, es un personaje cercano, cotidiano, (real) con el que todo lector puede identificarse. Es una escéptica historiadora del arte cuya vida se ve truncada por extraordinarios sucesos que destruyen sus creencias más arraigadas. Se ve obligada a cristianizar los valores agnósticos que determinan toda su carrera y replantearse el sentido de su vida y la existencia de Dios.
Gabriel, otro personaje fundamental, es el responsable de todo cuanto le ocurre a Sofía y partícipe de la historia desde el comienzo hasta el fin. Éste personaje, al contrario que Sofía, representa lo divino (Lo irreal). Aporta pinceladas de fantasía. 
El comienzo de la novela, prólogo y primer capítulo, anticipa la trama e introduce al lector en los diferentes ámbitos en los que viven los protagonistas principales.
Podría decir que el texto está separado por tres bloques definidos.
El primer acto o bloque trata sobre la vida de Sofía, común, cotidiana. Donde aparecen personajes como su madre y su hermana que representan escenas del día de día. Ayudan al lector a familiarizarse con el ambiente e identificar dichos personajes con su propio entorno. En este bloque se presenta a Tito, el mejor amigo y ex novio de Sofía.
Todo el primer acto está regado de escenas de Gabriel que marcan sutilmente el trayecto hacia el misticismo que Marcos (Tito) eclipsa apoyando la cotidianidad, reforzando el aspecto terrenal de Sofía.
Con Lorenzo como protagonista, tío de Sofía, (Un personaje de poca participación pero de gran influencia) y su joya, el corazón de la justicia, comienza el segundo bloque mostrando el otro ambiente de la historia. El aspecto cotidiano de Sofía se rompe y entra en escena la fantasía representada por Gabriel. En este acto, la trama se desarrolla en el terreno divino. Gabriel adquiere protagonismo y se transforma en el arcángel San Gabriel. Nos presenta a sus cómplices. Los arcángeles celestiales. Cabe destacar a Miguel, el líder y a Uriel que se convierte en la mejor amiga de Sofía. El ambiente se carga de romanticismo y misticismo. Este acto representa los sueños, la fantasía, el amor eterno y los anhelos.
De nuevo Lorenzo irrumpe en el escenario para llevarnos al tercer bloque. Aparece un nuevo personaje, Samael. Detonante de toda la trama. Aporta coherencia a las situaciones y descifra los enigmas fundados a lo largo de la historia. Gracias a éste, todos los personajes fundamentales y ambos ambientes representados, se unen en una misma escena final donde se deshace el nudo.
El último capítulo abre las puertas a una segunda parte.
La novela se desarrolla principalmente en tres ciudades: La ciudad del Vaticano es donde comienza la historia, dándole un aspecto cinematográfico y llamativo. Cádiz, mi ciudad natal. Se desarrolla el ambiente cotidiano y comparte la naturalidad de las escenas. Donde me paro a describir paisajes y momentos vividos.   
 Y Madrid donde se desarrolla el ambiente fantasioso. Allí, Sofía y Gabriel se comprometen y se declaran amor eterno. Lugar donde he vivido estos últimos años, donde conocí y me comprometí Víctor.
Los autores que me han inspirado son Dan Brown en las escenas de acción e intriga y Stephenie Meyer en las escenas románticas siendo esta última la que me alentó a escribir. Vi una entrevista en la televisión donde explicaba que una vez tuvo un sueño y a pensar del trabajo, los niños y la casa etc.… se dedicó a escribir una historia alrededor de él. Ahora es best seller. Me dio que pensar. Si ella puede porqué yo no.
Mi familia me enseñó que leer es importante porque aporta cultura, mejora la capacidad imaginativa y lingüística. Gracias a ellos me aficioné a la literatura. Desde entonces, todos y cada uno de los libros que he leído a lo largo de mi vida me han aportado algo además de estimular mi imaginación. Mis padres también me enseñaron que con valor, trabajo y constancia todo se consigue.  Gracias a ellos ahora estoy aquí presentando mi novela.
Creé a Sofía para despejarme de los problemas del día a día. Me evado del estrés imaginando un mundo paralelo al mío donde Sofía vive miles de historias. Una de las aventuras más consistente fue “Los demonios de Sofía”.
Yo nunca había escrito antes. Así que me releí todo los libros que tenía en las estanterías y los estudié. Hice cursos por Internet. Busqué información de todo lo relacionado con mi historia. Entonces me senté delante del ordenador y escribí mi primera página con lo que había aprendido. Me dí cuenta que conforme avanzaba la historia mejoraba bastante la escritura. Le mostré lo escrito a Víctor, amigos y familia y todos exigían nuevos capítulos. La novela tenía gancho, la historia les gustaba.  Ellos me animaron a seguir escribiendo. Cuando creí que ya había terminado por fin, le mandé el manuscrito a mi padre que me enseñó a mejorar la lingüística y la estructura del texto. De nuevo me senté frente al ordenador y lo reescribí según lo aprendido hasta que me quedé contenta.
Mi intención con “Los demonios de Sofía” es crear un lugar donde todo el mundo pueda evadirse de lo que le preocupa y salir de la realidad durante un rato. Que acudan a Sofía cuando estén preocupados o disgustados y vivir con ella diferentes aventuras. Quiero mostrarles a todos una parte muy personal de mí.
Todos los personajes de esta novela tienen algo de mi misma, de mi familia, de mis amigos, momentos que considero importantes. Quiero que las personas mientras lean se conviertan en la misma Sofía y se sientan identificados conmigo.  Quiero aportar algo a cada persona al igual que el resto de escritores me aportaron algo a mí. Esa es la magia de la literatura y ese es mi reto. Que Sofía forme parte de vuestra vida como forma parte de la mía. Confío en que así será porque tengo muchas más historias que contar. 
Gracias de nuevo a todos.
Patricia Gómez
Prólogo y 1º capítulo

Prólogo

   Sofía jugaba con su muñeca preferida hecha de trapo a la que le faltaba un ojo y cuya pierna estaba apunto de amputársele. Se la regaló su padre el día que cumplió su primer año y desde entonces no se separaba de ella. Sofía suspiró enfadada cuando observó que el botón del floreado vestido de su muñeca colgaba. Levantó la cabeza y clavó sus pupilas verdes en las mías. Me sonrió apaciblemente. Aunque sabía que era imposible, parecía que me veía o, al menos, parecía intuir mi presencia. Ella siempre me sorprendía.  Hoy cumplía cinco años pero sus gestos y su mirada parecían los de una persona adulta. Supe que era diferente el mismo día que nació. Sus ojos así lo mostraban, por eso era importante proteger a la pequeña Sofía ante cualquier evento adverso. Lo sentía dentro de mí, pero Miguel no me había dado opciones a discutirlo. Tenía que abandonarla. Tras su orden decidí dejarla a cargo de Samael. Era el camino correcto. Él me lo había mostrado y ahora, el alma de aquella chica que Samael estaba protegiendo, tendría que pagar por ello. Me frustraba esta situación, me parecía del todo injusto. Estaba seguro de hacer lo correcto pero me sentía mal por ello, muy mal.
-¡Hermano! Siento el retraso ¿De qué querías hablarme con tanta urgencia?- Se disculpó Samael.  Miró a Sofía con los ojos entornados. Ella se había tumbado en la cama y sus ojos se cerraban presos del cansancio. Agarró su muñeca y se metió el dedo pulgar en la boca. Se preparaba para dormir su siesta a la que nunca faltaba, parecía feliz. 
-Samael viejo amigo… tengo algo muy importante que decirte. No te va agradar pero tienes que entenderlo.- Comencé. Lo que tenía que pedirle me superaba con creces, me dolía grandemente. No me apetecía ser quien le diera las malas noticias a mi hermano, pero era de suma importancia que Sofía fuera protegida a toda costa.
-Adelante.- Me animó preparándose para lo peor.
-Miguel me ha ordenado dejar a Sofía para dedicarme a otra importante misión… es muy necesario que cuides de ella.- Informé solemne. Esas palabras eran para Samael peores que la propia muerte.
-¿Y quién cuidará de Susana?- Preguntó con la voz rota por el dolor que se avecinaba y su cara se tornó lívida. Susana era su razón de existir, los latidos de su corazón. Sin ella perdía su razón de ser, era su protector desde, como todos, su nacimiento.
-Lo siento.- Me disculpé con el corazón roto, sabía que Samael lloraría con creces la pérdida de su protegida. Por primera vez en mi larga vida junto a él pude sentir un atisbo de hostilidad en su aura y me estremecí.
-Es la palabra de Dios no la mía.- Maticé intentando apaciguar su tristeza. Samael era mi gemelo, mi compañero y mi mano derecha. En el había depositado toda mi confianza desde el día en que fuimos creados.
-Gabriel hermano. Medítalo bien ¿Estás seguro que es la palabra de Dios la que habla y no tu obsesión por esta niña? Susana no debe quedar desprotegida.- Insistió mi amigo intentando dar otra solución al problema. Señaló a Sofía hecha un ovillo en su cama y profundamente dormida. Temblaba de frío. Me acerqué a ella y la arropé. Quise acariciar sus regordetas mejillas sonrosadas y besar su frente para que tuviera dulces sueños pero la presencia de Samael me lo impedía, no podía hacerlo, sería darle la razón a su argumento. Además, yo era un ser de luz y no debía acercarme a ella.
-Lo siento Samael… es una orden divina, no te pido un favor, ha de hacerse.- Mis duras palabras sonaron melancólicas y el rostro de Samael se tornó duro.
-Está bien… aún me queda la esperanza de averiguar cuál es su tercer destino y estoy seguro que conseguirás asimilarlo ¿Lo harás por mí verdad? Encontrarás la clave de su salvación.- Me obligó suplicándome con sus ardientes palabras de esperanza. Me callé ante su doloroso ruego. Ya conocía su tercer destino, no era ajeno para mí. Junto con la orden de Miguel, ése era el motivo de mi decisión, pero no podía decírselo a Samael y que perdiera la esperanza de volver a su misión primera, Susana. Aún no. Dios pretende algo importante y no tengo más opción que esperar a que ocurra, no puedo provocar los acontecimientos. Debía dejar que Samael cumpliera con su nuevo cometido, el cual yo aún desconozco. 

Samael
Sofía, céntrate, me dije a mi misma. Sabía que me estaba desviando del tema. Pero me sentía bien, muy bien. Miré al frente y vi todas esas caras de interrogación esperando mi locución. Respiré hondo, cerré los ojos un segundo y proseguí mi discurso.
-Desde siempre, en todas las épocas, la religión ha estado en consonancia con el arte. Ha sido básicamente su mayor albacea. También, sin consideración alguna, ha usado el arte como arma contra los no creyentes, así mismo para alentar el miedo hacia la apostasía. La religión Católica ha dominado el mundo durante muchos siglos. Pero, sin embargo, ha sido la depositaria de un legado por el cual deberíamos estarle eternamente agradecidos, el arte.- La diapositiva del fabuloso fresco de la Capilla Sixtina iluminó la oscura instancia.
-El juicio final, El nacimiento de Adán del gran Miguel Ángel que, por cierto, sabido por todos es, era amante del arte pagano, y un sin fin de obras de arte más.- Suspiré con aires de saber lo que estaba diciendo. Se oyeron risas nerviosas y murmullos por toda la sala.
-Lo que intento decir es que la obra más “importante” de Miguel Ángel, la que le encumbró ¡Ni siquiera creía en ella!, El Vaticano debió de ejercer otros métodos de persuasión, además de pagar muy bien en aquella época.- Dije irónicamente.
-Una burda ironía sobre el poder que ejercía la iglesia. Pero bueno, hablemos de si la iglesia debe seguir siendo la depositaria de las mayores obras de arte y de su historia. Los murmullos aumentaron en la sala.
-El dominio sobre el arte aun sigue en sus manos, ha perdurado hasta ahora. Es una pena que los mejores frutos artísticos que el hombre haya dado jamás estén entre sus muros. Y solamente para cubrir las necesidades de cada “nueva iglesia” y, sin embargo en esto, todos están sencillamente de acuerdo.- Miré seriamente a mi público. Todos me miraban esperando el próximo golpe.
-Sin comentarios.- Añadí y suspiré con aire cómico. La gente se revolvió en sus asientos y se oyeron algunos murmullos.
-El caso es que hemos llegado a un momento en el que después de tantos artistas atrapados por la Iglesia, la luz pudo abrir las puertas del arte por fin. Los antiguos vivían a merced de Dios en todos los momentos de sus vidas y de esto se aprovechaba. Todo lo malo era explicable y atribuido al pecado: las lluvias, las sequías, las desgracias, las enfermedades... Hasta que las reformas protestantes y la ciencia fueron desmoronando uno a uno todos esos miedos. Hasta que, por fin, muchos de los grandes creadores pudieron sacar a la luz sus obras sin miedo. Leonardo y otros, decidieron prescindir de la gran madre iglesia y seguir el camino del hombre. Mi cuestión es ¿La iglesia fomentó a los artistas o, más bien, los secuestró para que atendieran a sus fines? Pensad en eso por un momento.-
Todo el mundo quedó en silencio. Recogí mis cosas y les miré aliviada.
-¡Bien! señores, señoras. Haremos un receso de diez minutos.- Y salí de allí como una bala.
Estaba exhausta. El viaje había sido muy largo y la cabeza me daba vueltas. Apenas había tenido tiempo de preparar mi discurso.
Me dirigí hacia los lavabos con intención de refrescarme un poco la cara antes de seguir con la conferencia. Caminé muy deprisa. Lo último que quería era encontrarme con un entusiasta que pretendiera debatir mis argumentos. Cual fue mi sorpresa cuando al torcer la esquina que llevaba a los lavabos alguien me abordó impidiéndome en paso.
-¿Señorita Rey?- Preguntó una voz autoritaria.
-¡Genial un pesado!- Pensé y me volví disgustada por su intromisión. 
Estaba tan cerca que tuve que pestañear dos veces para reaccionar y alejarme de él lo suficiente para que mi visión se enfocara. Le observé detenidamente. Su cara lisa y blanca como el mármol combinaba perfectamente con unos labios perfilados y ligeramente enrojecidos. Unos hoyuelos asomaba por la comisura de su boca. Mechones de cabello de color cobrizo caían sobre su frente desordenadamente. Sus hombros altos y pronunciados. Vestía un traje negro y gafas de sol. No parecía ser un entusiasta del arte. Asentí.
-Sígueme.- Ordenó enseñándome rápidamente su placa, pero antes de que alcanzara a verla la guardó de nuevo en su bolsillo. Anduvo con prisas por los pasillos. Le seguí preocupada intuyendo que era algún agente de policía o algo así.
-Perdona ¿A que autoridad perteneces? No tienes acento italiano ¿Eres policía?- Me interesé. Todavía no se había identificado y no había conseguido leer la placa. El hombre no contestó, sino que siguió andando a toda prisa mientras yo le seguía con mi torpes pasos.
-Oiga le estoy hablando.- Silencio como respuesta. Enfadada dejé de seguirle y me crucé de brazos. Al intuir que no le seguía, el desconocido se detuvo.
-No hay tiempo, tenemos que salir de aquí.- Informó nervioso. Le miré indecisa. No me daba buena espina. Era muy raro.
-¿Quién es usted y porqué tengo que seguirle?- Me debía una explicación. Él apretó los puños enfadado. Se cernió sobre mí amenazante y se quitó las gafas para fusilarme con su brillante mirada, tan azul como el mar. Sus ojos me dejaron boquiabierta. Creí haberlos visto alguna vez…, tal vez en mis sueños. 
-Sofía, tenemos siete minutos y dieciocho segundos para salir de aquí. Si no nos apresuramos la bomba estallará y ambos moriremos.- Explicó rápidamente y tiró de mi brazo para seguir huyendo.
-Espera ¡Una bomba! ¡Aquí!- Me angustié. 
-Sí, una bomba. Date prisa.- Insistió. Yo corrí tras él. Al doblar una esquina se paró frente a la alarma de incendios y la activó. La alarma sonó por todas partes penetrando en mis oídos. Apresuró el paso. Mi corazón se aceleró bombeando a toda prisa ¡Tenemos que salir de aquí! Gritaba la voz de alarma en mi cabeza. Al fin pude ver la puerta de salida y respiré aliviada. Abandonamos el edificio deprisa. Él hombre sacó un teléfono móvil de su bolsillo mientras nos alejábamos corriendo del punto hostil.
-Buenas tardes señorita. Ha estallado una bomba en la universidad… Manden a todas las unidades.- Informó en Italiano con un tono autoritario y tranquilo. Sin añadir nada más colgó el teléfono. Acto seguido una fuerte estallido sonó tras de mí y me aferré a aquel hombre asustada. El calor golpeó mi espalda. Él me cubrió con su cuerpo. Minutos después se separó y me pidió calma. La paz que reflejó sus ojos hizo que todo mi miedo se disipara. Observé el edificio. Estaba rodeado por las llamas. Algo dentro de mí se agitó.
-¿Eres quizás mi ángel de la guarda?- Bromeé aún con la respiración acelerada de la impresión. No contestó. Le busqué junto a mí pero el hombre ya no estaba. Me quedé estupefacta. Miré a mí alrededor buscándole por todas partes. El hombre había desaparecido
-¡Necesito unas vacaciones! Me estoy volviendo loca.- Advertí y me eché las manos a la cabeza. Aún no me creía lo que había ocurrido. Me quedé allí de pié preocupada por la gente que había quedado dentro. Mirando como el edificio era devorado por las llamas y esperando que alguien saliera de allí con vida. No me atreví a acercarme. Era una cobarde y apreciaba demasiado mi vida como para arriesgarme. Algunos minutos después los bomberos llegaron y se prepararon para sofocar el fuego. Las ambulancias llegaron al poco. La policía acordonó la zona y comenzaron a sacar supervivientes, también algunos cuerpos sin vida. Tambaleándome me encaminé hacia la zona acordonada que estaba a unos metros donde me encontraba. Todo estaba distorsionado, parecía fuera de la realidad. Estaba aturdida y una neblina confundía mi vista. Olía a humo por todas partes. Todos estaban nerviosos. Corrían de aquí para allá gritando. La gente lloraba y buscaba a sus familiares. Las personas detrás de la zona de seguridad se aglomeraban, unos por curiosidad, otros para informarse.
-¿Por qué me ha salvado a mí?- Musité afligida por la imagen de la catástrofe. Dos hombres sobresalían entre todos los demás, uno más alto y rubio casi albino. Vestía una camiseta color corinto y unos vaqueros azules. Su cara mostraba una amplia sonrisa. El otro, menos alto, negro, con una camisa blanca y pantalones oscuros, también sonreía. Ambos tenían los ojos color naranja. Naranja como el fuego ardiente. Una sensación de miedo me erizó el vello y amenazaba con pasar al pánico ¿Por qué me miraban? Me daba miedo ¿De qué se reían? Desvié mi mirada. Cerré los ojos por un momento. -Imaginaciones, debo estar en estado de shock.- Pensé. Cuando volví la vista ya no estaban. Se habían marchado. Sacudí la cabeza y me animé convenciéndome de que todo estaba bien, debía tranquilizarme. Eché un vistazo a mi alrededor. Los bomberos desplegaron las escaleras para rescatar a un grupo de personas que se habían quedado atrapados en la sexta planta. De repente, un hombre envuelto en llamas saltó desde lo alto del edificio y se estrelló contra el suelo. Lo miré aterrada. Su cráneo había quedado reventado sobre la acera. Había caído desde la última planta y su cuerpo totalmente desencajado aún ardía. Un charco de sangre apareció rápidamente sobre el asfalto. Me quedé ahí, mirando a aquel hombre, que ya no era un hombre sino un amasijo de carne chamuscada y huesos rotos. Creí que me iba a desmayar ¡Estaba en el mismo infierno!
Me alejé como puede mientras el olor a carne quemada y humo impregnaba mis sentidos. Me colapsé, no podía respirar, no podía pensar. Tenía que salir de allí. Caminé calle abajo aún mareada, dejando atrás todo ese sufrimiento.
Después de mucho andar confundida me senté en una fuente de una enorme plaza. Me eché un poco de agua en la cara para liberarme de la imagen del pobre hombre en el suelo. Respiré profundo mientras me llevaba las manos a la cara. Debía librarme del ataque de pánico que estaba a punto de estallar. Mis pulmones se inundaron, mi boca se secó hasta el límite de no poder tragar saliva, y en medio de todo mi infierno la silueta del arcángel esculpido en mármol que adornaba la fuente se dibujó ante mis ojos. De pronto, me tranquilicé y pude respirar de nuevo. Tenía dos enormes alas que acababan en pico, los cuales servían de surtidores de pequeños chorros de agua. En su mano llevaba una espada donde me pareció ver algo grabado. Me acerqué a ella y vi que tenía algo escrito en italiano. Decía <<La Tierra y el Cielo unidos por la espada de la justicia>> ¿Qué significaba esa leyenda?...
Un ruido en mitad de la calle me sorprendió. Busqué de donde provenía. Cual fue mi sorpresa al ver a aquellos hombres de ojos ámbar caminando en mi dirección con determinación. Sin saber por qué me levanté y huí despavorida. Corrí con todas mis fuerzas. No paré hasta llegar al hotel dónde me alojaba unas calles más abajo. Antes de entrar miré atrás. Ya no me seguían pero estaba tan asustada que entré como una bala en la recepción chocando contra una mujer que se disponía a salir. Caí al suelo dándome un fuerte golpe.
-Tenga usted más cuidado.- Gritó la mujer furiosa y levantándose atolondradamente del suelo.
-Lo siento.- Me disculpé apenas sin aliento y me incorporé para ayudarla a levantarse con un ojo en la puerta por si acaso entraban esos dos. Uno de los botones se acercó para ayudarnos.
-¿Están ustedes bien?- Se preocupó. Yo asentí desconcertada y me acerqué a la recepción dejando a la mujer enfadada y al hombre preocupado.
Me habían alojado en el hotel Vaticano, en el mismo centro de Roma. Era un hotel grande, con más de cien habitaciones repartidas por cada una de sus siete plantas. Ese día estaba casi lleno por la Semana Santa.
Elegí ese hotel por que me llamó la atención el estilo clásico en el que estaba decorado, desde la fachada a los pasillos, cuidando el mínimo detalle para no desentonar con el ambiente. La habitación tenía una decoración estilo inglés. Los muebles color cerezo armonizaban con el tono crema de las paredes. En el ala norte había una mesa auxiliar con un jarrón con azucenas frescas y un par de butacas daban un aire especial a la estancia. En frente, un escritorio adornado con una pequeña lamparita. Toda la pared posterior tenía grandes ventanales desde los cuales podía ver La Ciudad del Vaticano.
Me asomé con asombro. Las luces de las farolas alumbraban con encanto las calles y edificios. Me quedé contemplativa, ensimismada durante unos segundos. Mi mente divagaba, trazaba pensamientos de aquí para allá hasta que uno en concreto me llamo la atención ¿Qué querría de mí aquel hombre de ojos azules? ¿Por qué me salvó precisamente a mí? Era lo más extraño que me había pasado nunca ¿Lo volveré a ver? No me importaría volver a verle, tendría que pedirle explicaciones ¿Realmente qué sabía él de mi? Sabía mi nombre y lo había pronunciado con tanta confianza… como si me conociera de siempre ¿Por qué había huido de aquellos hombres? ¿Me seguían? Pensé en ellos durante unos minutos sin sacar nada en claro. Entonces decidí que lo mejor sería darme unas vacaciones e ir a ver a mi familia. Estaba tan cansada de trabajar duro que me estaba volviendo loca.
Me tumbé en la cama para calmar un poco mi agitación, intentando apartar esos ojos de mis pensamientos. Las sábanas de seda blanca rozaban mi piel, dándome la sensación de estar encima de una nube, blandita, fresca y suave. Cerré los ojos un momento, ahí estaba otra vez, sus ojos. Su imagen me inundó por completo. Me incorporé de repente deshaciendo la visión. No debía pensar en él. Cogí el teléfono y marqué el número de mi casa. Mi voz sonó en el auricular en el mensaje grabado del contestador. Esperé unos segundos. -No tiene ningún mensaje nuevo.- La voz mecánica del aparato me recordó que, aparte de mi madre, no tenía muchos amigos a quien recurrir. La carrera de Historia del Arte me había alejado un poco del resto del mundo. Durante los años de facultad me había internado en las bibliotecas, intentando convalidar las asignaturas de historia con las de antropología. El esfuerzo había merecido la pena. Acabé con matrícula de honor. Ahora a punto de terminar mi tesis de doctorado y con veintiocho años, había dado conferencias sobre mi especialidad en muchas de las universidades más prestigiosas de toda Europa. Empezaba a ser conocida y mi carrera prometía.
Me sentía exhausta. Necesitaba una ducha y algo de cenar. Pedí la cena, tallarines al pesto, ya que estaba en Roma tenía que probarlos. Se me hacía la boca agua nada más pensarlo. Me aseé mientras esperaba la cena impaciente. El agua tibia me relajaba los músculos y por primera vez desde que llegué a Roma conseguía sentirme bien.
Había estado nerviosa todo el viaje. Tenía una mala sensación, quizá fuera por la conferencia. Era un gran paso para mi carrera y no quería hacerlo mal. Desde hace unos meses estaba más cansada de lo normal. Por supuesto tenía mucho más trabajo y no paraba de dar conferencias. Pero había algo que me tenía inquieta y no me dejaba descansar bien. Tenía pesadillas durante toda la noche, fuego, vacío, negrura, no conseguía recordar bien de que iban, pero me dejaban mal cuerpo para todo el día. Después de reservar por teléfono un billete de avión para mañana para España, regresaba a mi casa en Cádiz, me tumbé en la cama. Ese hombre que me salvó, el de los ojos azules, no podía quitármelo de la cabeza. Cerré los ojos un momento y me quedé dormida.


     
      


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